viernes, 31 de agosto de 2007

Algunas reflexiones sobre la segunda vuelta.

La segunda vuelta ha sido un elemento caracterizante cuando no esencial de la sociedad uruguaya.
¿Qué haces cuando preparás un churrasco y queda medio crudo?
Le das una segunda vuelta.
¿Qué haces cuando colocás una lamparita y queda floja?
Le das una segunda vuelta.
¿Qué haces inevitablemente cuando se acaba tu whisky en un boliche o en un bar?
Pedis una segunda vuelta.
¿Qué querías cuando eras pibe y te bajabas de una calesita en el Parque Rodó?Querías una segunda vuelta.

Por otra parte, la segunda vuelta ha estado en los hitos más importantes de nuestro deporte. Si consideramos la participación en mundiales de fútbol a nivel de selecciones, pese a que Gorzy insista en que hemos ganado cuatro ediciones (con alguna copa de más puede llegar a sostener que ganamos 5 incluyendo insólitamente el mundialito del 80), bien sabemos que la gloria del Maracaná, sin dudas la de mayor trascendencia en la historia de nuestro balompié, desencadenó la segunda vuelta de nuestra selección.

El Constituyente de 1996 (mayoritariamente conformado por individuos afines a los partidos tradicionales) al instaurar la segunda vuelta, no quizo - como muchos sostienen - establecer un sistema electoral en el que se beneficie a las divisas blancas y coloradas. Tampoco quizo encontrar una solución más justa en la que el ciudadano decida, a su vez, por el candidato menos malo y no sólo por el que se considera mejor. El Constituyente no hizo otra cosa que apelar a los aspectos más básicos de la cultura uruguaya y trasladarlos al sistema electoral.

Francamente no creo que eliminar la segunda vuelta sea coherente ni con la idiosincrasia de la sociedad uruguaya ni con la historia de nuestro país.

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